Compartimos el Prefacio de Fernando Urribarri al libro de André Green Pensar el psicoanálisis, de próxima aparición en nuestro sello.
«Pensar con»: la lectura dialógica
Jorge Luis Borges decía: «Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído». En ese sentido, y en varios otros, este libro y su autor son borgeanos.
Sabemos que cada escritor es ante todo un lector. Y que todo pensador, para llegar a serlo, debe ser un lector transformador, un lector independiente, un «mal lector» (a misreader), para decirlo como Harold Bloom en The Anxiety of Influence. Eso es lo que indica Borges cuando hace notar que un autor original crea a sus precursores. En efecto, no solo se inventa una genealogía en la cual se inscribe (al inscribir sus afinidades electivas, su novela familiar), sino que también llega a modificar fundamentalmente la manera de leer a esos precursores. Borges propone el ejemplo de Kafka y muestra que «lo kafkiano» recorre ya obras bastante más antiguas, transformándolas hasta hacer que su lectura sea inseparable de la del autor de La metamorfosis. Este libro de André Green es el testimonio de la presencia de una misma dinámica en el psicoanálisis.
Green hizo del trabajo de lectura un motor de su pensamiento personal, al que imprime un estilo dialógico. Un estilo que, en el transcurrir de sus elaboraciones, a fuerza de afinar y tematizar la cuestión de la lectura, dio forma a esta como una herramienta metodológica en beneficio de un pensamiento plural y una lógica de la heterogeneidad.
La obra de André Green se inicia con un libro de lecturas, El complejo de Edipo en la tragedia (1969). Y se cierra con el diálogo con autores contemporáneos del psicoanálisis y las ciencias humanas: Pensar el psicoanálisis con Bion, Lacan, Winnicott, Laplanche, Aulagnier, Anzieu, Rosolato. Green es un autor que explicita sistemáticamente sus lecturas:1 reconoce, cita, evalúa, aprecia y analiza la obra de los otros. Y ha dedicado, más que nadie, gran cantidad de páginas a presentar, discutir, cartografiar, interpretar y «utilizar» (como él mismo dice aquí, ya en el primer capítulo) los escritos de quienes han llegado a ser «sus» autores —en particular, los abordados en este volumen, que durante su fase preparatoria tuvo el título de «André Green y sus contemporáneos»—.
Es poco probable que un lector serio de la comuni dad psicoanalítica internacional pueda estudiar a Freud, Winnicott, Bion o Lacan sin tener en cuenta las lecturas greenianas reunidas en el presente volumen o aparecidas en sus trabajos. La dimensión intertextual constituye una marca de fábrica de la lectura y la escritura de André Green.
«Pensar con» es la fórmula que expresa el método dialógico de una lectura crítica y creativa, sistemática pero abierta. Un método que prolonga el sentido de lo dialógico en la intertextualidad de Bajtín y la epistemología hipercompleja de Morin y Castoriadis, y las combina.2 Este método tiene por fuente el diálogo analítico —la matriz activa del pensamiento clínico—; por fundamento, la teoría de la terceridad, y por motor, el concepto de «verdad plural»: «La verdad, como la revolución, es conflictiva y procesal» (Green, 1977).
Pensar el psicoanálisis con Bion, Lacan, Winnicott, Laplanche, Aulagnier, Anzieu, Rosolato presenta la constelación de autores con la cual piensa Green, con la cual invita a pensar y quiere ser pensado.
El trabajo de André Green asocia dos dimensiones: por un lado, una dimensión cartográfica que traza (constituye como objeto y campo de investigación) el territorio de lo contemporáneo, estableciendo sus problemas específicos, así como los parámetros generales y las principales coordenadas conceptuales, la constelación de autores de referencia, para orientar su rumbo; por el otro, una dimensión arquitectónica en la cual la construcción de una respuesta personal a los desafíos contemporáneos culminará en un modelo teórico-clínico original, que se inscribe a su vez en el proyecto de un nuevo paradigma.3
«Pensar con» es una noción eminentemente cartográfica. Corresponde a un nivel intermedio entre la lectura como recepción y la escritura como producción. Situados en ese registro, estos textos nos dan acceso a una zona donde se elabora el pensamiento del autor: el taller transicional de la escritura, constituido por conversaciones y procesos intertextuales que tejen su work-in-progress. Este volumen, podría decirse, nos permite penetrar en los pilares de construcción del edificio, estudiar los planos e interesarnos en los materiales y las herramientas de trabajo.
En esta ocasión, una vez más, como en cada oportunidad en que colaboré en la preparación de sus libros, André Green me pidió que redactara una breve introducción en la cual se situara la obra, desde un punto de vista histórico y conceptual, en el contexto de su trabajo. A esa tarea se consagran pues estas líneas acerca de su método de lectura, la matriz conceptual que le sirve de apoyo, el proyecto renovador que lo anima.
En cada capítulo del libro, la lectura de la obra de un autor vuelve a impresionarnos por su profundidad y su fecundidad. Cada uno de estos textos aborda una cuestión fundamental de la teoría y la clínica. En el primer capítulo, el estudio de los textos de W. R. Bion, orientado aquí hacia la cuestión de la psique primordial y el pensamiento, lleva a una reflexión sobre el trabajo de lo negativo. Luego, en el capítulo 2, una comparación del conjunto de los trabajos de Jacques Lacan y Donald W. Winnicott señala sus principales contribuciones, pone de manifiesto las fuentes teóricas extrapsicoanalíticas (lingüística, antropología. . .) del francés y la inspiración del inglés, directamente tomada de la clínica de los límites. (Señalemos que al final del volumen, en un apéndice, Green reexmina la influencia de las teorías de Lévi-Strauss y de la lectura estructuralista de Saussure sobre Lacan. A modo de contraste, Green reivindica la innovación neosaussuriana de la «lingüística interpretativa» promovida por François Rastier y Simon Bouquet.) En el capítulo 3, una notable investigación sobre el último período de Winnicott parte de su introducción del concepto de ser (being) para volver a abordar la creatividad, la destructividad y la sexualidad. Tal vez sea este, entre los artículos consagrados a un autor, el más inspirado de toda la obra de Green.
La teoría de la seducción generalizada de Jean Laplanche, centrada en la cuestión de la sexualidad —de lo sexual* al género—, se aborda en el capítulo 4, por medio de una discusión que procura deconstruir esas opciones teóricas (y cuyo telón de fondo es el debate en torno a la lectura más consistente y los «usos» más fecundos de la obra de Freud). En el capítulo 5, la noción de originario, punto de apoyo de Piera Aulagnier en El aprendiz de historiador y el maestro-brujo, alienta una réplica que propicia elaboraciones originales sobre el narcisismo primario y el papel del objeto. El tema del pensar en Didier Anzieu, asociado a sus nociones de yo-piel y yo-pensante, encauza la reflexión, en el capítulo 6, hacia el corazón de la clínica actual. Para terminar, en el capítulo 7, se dedica un trabajo a Guy Rosolato, más precisamente a su noción de relación de desconocido, definida por un interrogante común con referencia a los límites de la significación —que remiten a lo materno— donde se ven surgir opciones divergentes.
En «La bifurcación del psicoanálisis contemporáneo» (capítulo 2) encontramos el origen del espacio de pensamiento de los autores aquí abordados: se trata de una «nueva tendencia» que salió a la luz para constituir «la punta de lanza de la Nouvelle Revue de Psychanalyse». Así se reanuda el relato del recorrido intelectual de André Green, propuesto en la introducción a la edición inglesa de De locuras privadas:
«En 1972, J.-B. Pontalis me invitó a incorporarme al comité de redacción de la Nouvelle Revue de Psychanalyse. Me encontré allí con colegas de mi generación [y, entre ellos, justamente a Didier Anzieu y Guy Rosolato]. Todos habíamos seguido a Lacan y luego lo habíamos dejado. La orientación general de la NRP era poslacaniana, y al mismo tiempo expresaba un interés creciente por el trabajo de los analistas británicos» (Green, 1986, pág. 19).
En 2006, al hacer el balance del coloquio abierto de la Sociedad Psicoanalítica de París, que él dirigió, sobre el tema de la «unidad y diversidad de las prácticas del psicoanalista», Green afirmó (para sorpresa e inquina de algunos de sus colegas «ortodoxos»):
«En Francia, si Lacan representó efectivamente un avance, el pensamiento que hoy domina sería más bien el de los poslacanianos. Estos tienen en común el hecho de haber sido lacanianos y ya no serlo, y traducen una afortunada diversidad que permite referirse a los unos y los otros sin dogmatismo, para el mayor provecho de todos» (Green (ed.), 2006, pág. 248).
El sentido de la reivindicación perenne —a lo largo de toda su trayectoria— de la filiación poslacaniana señala la puesta en valor de la matriz freudiana pluralista colectivamente creada por ese movimiento generacional, transversal en lo institucional y antidogmático en lo intelectual. Una corriente instituyente en la cual se inscriben los autores más importantes e innovadores de la tercera generación del psicoanálisis francés.4 Fundado en una suerte de pacto fraternal, el poslacanismo establece un nuevo espacio freudiano heterodoxo que inaugura un «después de Lacan». A partir de la crítica del reduccionismo posfreudiano (lacaniano, kleiniano, «freudiano institucional», etc.), evoluciona hasta llegar a la creación de un paradigma freudiano contemporáneo.
Una singularidad del autor de Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo es la de intentar explicitar el marco epistemológico implícito en la producción individual y colectiva del poslacanismo. Green aísla, conceptualiza y reformula sus ejes, transformándolos en «ideas directrices» aptas para (re)lanzar un proyecto capaz de incluir a las nuevas generaciones. Quizá sea ese su más grande legado. (En todo caso, la generosidad de sus esfuerzos para guiarnos a través del laberíntico archipiélago del psicoanálisis me recuerda el sentimiento de gratitud y amistad que experimenta Borges con respecto a Virgilio al cerrar las páginas de la Divina Comedia.)
El psicoanálisis contemporáneo instituye una nueva posición histórica —e historizante— de nuestra filiación con Freud. Postula un distanciamiento a la vez inevitable y fructífero respecto del padre fundador y su obra. Contrariamente a la mitología posfreudiana (del Maestro que es el «verdadero heredero de Freud»), ese freudismo heterodoxo presupone que toda relación con la obra de Freud pasa, necesaria e irremediablemente, por la mediación del recorte y las opciones de cada modelo teórico. (Podríamos resumirlo así: «Pensar después de Freud, con Freud».)
Resulta de ello una historización, una periodización de la evolución del psicoanálisis: se distinguen tres períodos (o movimientos), a los cuales corresponden tres modelos teórico-clínicos: el freudiano, el posfreudiano y el contemporáneo.5 Por consiguiente, los trabajos «canónicos» quedan abiertos a nuevas lecturas, y cualquier pretensión de existencia de las lecturas definitivas y ortodoxas es la expresión de un dogmatismo. Se da paso a un «canon pluralista» y un nuevo «protocolo de lectura» (para utilizar un concepto técnico de los estudios literarios).
A diferencia del genetismo y el estructuralismo, el modelo contemporáneo implica pues un «pensar con la historia» (Carl Schorske) que reconfigura la teoría y la clínica. En torno a ese eje encontramos numerosas elaboraciones convergentes entre los autores abordados en este volumen: el papel del «proceso histórico» de Aulagnier; la «espiral interactiva» (genético-estructural) de Anzieu; la «lectura crítica, histórica, problemática» de Laplanche. Green pone muy pronto el acento en la articulación entre la historia y la estructura (Green, 1964), y conceptualiza asimismo la heterocronía (Green, 2000). Su método dialógico implica un trabajo de historización en el cual, como lo hace notar John Jackson (1991), la historia misma de la comprensión de un concepto por los autores precedentes pasa a ser parte integrante de la teoría que se busca elaborar. Uno de esos momentos dialécticos es una suerte de «psicoanálisis comparado».
Durante su examen del trabajo de Jean Laplanche, André Green reconoce tres ejes en la lectura contemporánea:
«Apoyarnos en la ortodoxia freudiana solo nos llevaría a una querella interpretativa estéril en una época en que esa ortodoxia ya no se considera canónica. Nuestra argumentación, por lo tanto, se fundará en la coherencia de la obra freudiana, en las enseñanzas de la clínica y en las contribuciones de los autores posfreudianos» (Green, infra, capítulo 4, pág. 120).
Cada uno de esos ejes conceptuales es un eje «problemático» (Laplanche), definido por una contradicción productiva, fuente de complejidad.6 (Ese «trabajo de lo negativo» marca una diferencia radical con el relativismo y el eclecticismo.) En términos esquemáticos: en Freud, la contradicción se sitúa entre la primera y la segunda tópicas; en la clínica contemporánea, entre las estructuras neuróticas y no neuróticas, y en los aportes posfreudianos, entre continuidad y ruptura con el modelo freudiano. La combinación de esos tres ejes conceptuales —ligados según la modalidad de un bucle recursivo (Morin)— constituye el trípode metodológico de la lectura dialógica. Podríamos decir que ese trípode o matriz dialógica cumple, para el pensamiento teórico, un papel equivalente al del «marco interno del analista» (Green, 2000) para el pensamiento clínico y la escucha y la interpretación. En la obra de André Green, la elaboración y la tematización de ese trípode son consustanciales al desarrollo de un pensamiento terciario (Urribarri, 2002).
Durante una reunión de trabajo en relación con la presente obra, le recordé al autor de El discurso vivo una frase de Mijaíl Bajtín. Que no la conociese me sorprendió y me alegró, porque la recibió entonces como un don: «La orientación dialógica es el blanco natural de todo discurso vivo» (véase Todorov, 1981). Green consideró tan borgeana esa coincidencia que me citó casi de memoria el pasaje siguiente:
«Un libro (. . .) es el diálogo que entabla con su lector (. . .). Ese diálogo es infinito (. . .). El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones» (Borges, 1951, págs. 208-9).
De este último volumen, al igual que de la obra de Green, puede decirse aquello que se dice de los narradores: logra transmitir al lenguaje la pasión de lo que está por venir.
Buenos Aires, febrero de 2013