Publicado en Filosofitis - Lexias
Cuando mucha información no es tanta ¿o si? No hace mucho un afamado instituto hizo un relevamiento de la cantidad total estimada de información que circula anualmente por el mundo bajo todo tipo de soporte. Se trato del comentado informe How Much Info 2003 en donde dos brillantes investigadores como Peter Lyman y Hal R. Varian mostraron como se había acelerado brutalmente la producción de información en 3 años pasando de la increíble cifra de 2 exabytes a 5 exabytes anuales . Es difícil imaginar lo que implica ese volumen de datos a menos que se lo contextualice de varios modos. Por ejemplo comparando el numero con la información contenida en los 17 millones de volúmenes que hay en la Biblioteca del Congreso de USA que pesan 136 Terabytes de datos. Haciendo cuentas muy simples el total de lo producido anualmente en soportes fijos equivale pues a 36.000 Bibliotecas del Congreso. Cifras inimaginables, monstruosas, que hacen empalidecer de envidia a la Biblioteca de Alejandría borgiana, que nos permiten imaginar que ni Funes el memorioso osaría internarse en sus meandros, y que en definitiva se autoaniquilan por cuanto no dicen nada acerca del sentido y la pertinencia de un poema o de una flor para una persona concreta aquí y ahora. Justamente y a pesar del enorme crecimiento de los datos en soporte magnético, los libros en el mundo siguen publicándose a mandobles. No hablamos solo de la impresión física de decena de millones de volúmenes del numero 6 de saga de Harry Potter (vendidos ademas en un tiempo récord -y de los 240 millones de toda la colección), sino de los probablemente centenares de miles de títulos que a nivel mundial inundan permanentemente el mercado y nuestra frágil y desvencijada atención. Información y sentido. ¿Lo mismo o que? Sobre la sociedad de la información y del conocimiento se dicen actualmente tantas trivialidades que conviene escaparles como a la peste. Salvo en manos de un puñado de autores no muy frecuentados (como Mark Poster, Mark C. Taylor, Henri Lefebvre, Bruno Latour o Pierre Levy), las teorías que tenemos acerca de la sociedad compleja, la gobernabilidad en el universo digital, la interacción entre objetos y sujetos, el futuro de la política y en general el destino de la modernidad, son en general de una ramplonería sin fin. Entre las cosas que mas falta nos hacen y que están inequivocamente ausentes, en los intentos revivir la teoría critica tradicional y la reflexión política y social sobre el mundo contemporáneo es un estudio en serio de la economía del campo inmaterial de la información y de la cultura. Porque sobran las obras que enumeran y santifican (o alternativamente deploran y demonizan) el devenir-mundo de las formas tecnológicas de vida, pero son escasas aquellas que releen los procesos de cambio social en el contexto de la hipercomplejidad e incertidumbre mayúscula que ellas promueven y potencian. Entre los pocos (a excepción de Marshall McLuhan y Derrick de Kerchkove, Regis Debray y Herve Fisher) que han entendido que la producción teórica sobre lo social debe plantearse en términos de teoría de la comunicación esta Alberto Melucci quien anticipo estos planteos en Vivencia y convivencia. Teoría social para una era de la información (2001). Y también arrimó algo el bochìn José Antonio Perez Tapias en su llamativamente silenciado Internautas y náufragos. La búsqueda del sentido en la cultura digital (Trotta, 2003) Porque aunque no le guste a los sociólogos y a los antropólogos, a los politicologos y a los psicólogos sociales -para no hablar de los psicoanalistas o de los ubamarxistas- toda política o representación de la convivencia de la vida social contemporánea pasa necesariamente por la comunicación y las mediaciones que gobierna con el paso de lo nacional a lo global, de la lógica de la manufactura a la lógica de la circulación de sujetos, mercancías y capitales y el desplazamiento de la lógica de lo social por la lógica de la cultura. Este es el tema que Scott Lash habían entrevisto con John Urry en su obra conjunta anterior Economía de signos y espacio y que ahora retoma llevándolos a niveles de sofisticación y de detalle rara vez entrevistos antes en Critica de la Información. El Modo de información y unas cuantas yerbas mas. La segunda era de los medios Para Lash siguiendo muy de cerca a Mark Poster y a su concepto seminal de Modo de información, las clases sociales, las identidades individuales y colectivas y los proyectos de vida dependen cada vez más, no tanto de la localización en el sistema de producción, como de la circulación y acceso a los bienes simbólicos merced a lo que el capitalismo de la desorganización marca como condiciones del nuevo agenciamiento. Lo que esta violentamente cuestionado en este asalto a la teoría de los medios es la Sociología de los Medios dominante (asfixiada por la Teoría de Frankfurt y otras variantes del marxismo mas o menos valiosas) con sus atractores centrales, cuales fueron las ideas de narrativa, discurso y representación Para Lash/Poster estamos viviendo en una segunda era de los medios (el primero que ya caducó estaba hegemonizado por el discurso público y el modelo de representación periodística típico de la modernidad), en la cual los medios (potenciados como nunca por la explosión de la blogosfera), se constituyen en una nueva naturaleza (algo que había entrevisto Javier Echeverria con su noción de Tercer Entorno desarrollo en Los señores del aire, que marca el paso de la representación a la presentación, de la audiencia a los usuarios, de los textos a los objetos neotecnológicos. En esta nueva cultura mediática, el poder depende no tanto de la propiedad de los medios de producción como del control de los bienes simbólicos y el capital intelectual que excluye y territorializa los dispositivos de control a partir de los sistemas de información y conocimiento. Constatación esta de Lash que pone en juego la llamada crisis de la representación sobre la que tanto y tan acertadamente ha departido Lucien Sfez. La critica de Lash es una critica muy especial mas que bienvenida y en algún sentido si bien se nutre y abreva en todos los nombre propios que hemos mencionado mas arriba, es totalmente distinta de las que los proponen o muchas veces directamente silencian, marginándose, en una pésima lectura de Wittgenstein, al reiterar que allí donde no hay nada que decir mejor es callar, llevándonos de ese modo a un autismo epistemologico y a una neutralización de la política (que oscila entre el voluntarismo y el imposibilismo) harto peligrosas. Hipercomplejidad y opacidad Los dos términos claves que caracterizan la postura de Lash son hipercomplejidad y opacidad. La hipercomplejidad alude a la densidad cada vez mayor de variables y de causalidades interrelacionadas que imposibilitan las lecturas tan mayestáticas y definitivas a las que nos tenia acostumbrados la modernidad. Lo de opacidad hace referencia no tanto a la inaccesibilidad del fundamento de lo social, sino a nuestra incapacidad de darnos cuentaque como acontecía con la Carta Robada de Poe los mecanismos de agenciamiento y determinación están a la vista de todos, pero claro mucho mas encubiertos que nunca, por cuanto nadie cree que estén acá, que sean estos, que se los pueda ver y denunciar y hasta intervenir y modificar. La proliferación de mensajes y de contactos, la facilitación de los encuentros y las intermediaciones, la instaneidad de la (in)-comunicación y la desinformacion por sobreinformacion son absolutamente invisibles para la teoría tradicional -con una módica dosis de excepciones entre las cuales brillan nombres como Howard Garfinkel, George Simmel y Emile Durkheim. El resto de los clásicos, modernos y postmodernos que atronan anaqueles y reivindican fórmulas marketineras (era del vacío, campo simbólico, rizoma, differa(ance), etc como talismanes empaticos pero muy poco explicativos) son demolidos analíticamente a largo de toda la excursión de Lash con una habilidad y un desparpajo poco comunes. Las operaciones de distinción que hace Lash para adentrarnos en el nuevo orden de la información son claras y contundentes. Declara que el orden de la producción ha sido sustituido por el de la información, y que éste está caracterizado por la compresión, la rapidez y la discontinuidad. Correlativamente estaríamos pasando de una narrativa y una pedagogía a la performatividad de la información y la comunicación pública que hacen menos identificables las bases materiales del sistema de control y poder: cada vez menos disciplinario y más nomádico y vivencial, en cambio. Lo novedoso en Lash es que en lo que en la mayoría de los tecnófobos (de Heidegger y Ellul, de Lipovetzky a Baudrillard, de la escuela de Frankfurt y el neokantismo hasta los nihilistas y los ubamarxistas) la licuacion de lo real es vivida como catástrofe y como deshumanización, para el no se trata sino de oportunidades de invención de un desorden creativo y de desorganizaciones emancipatorias por una vía pretradicional. Del principio de explotaciónal principio de exclusión Algunos críticos (marxistas) están muy molestos con Lash insistiendo en que al sustituir al principio de explotación por el de exclusión, y al haber privilegiado la circulación por encima de la producción termina entrampado en una especie de fantasía culturalista, aunque eso si concediéndole la importancia que le atribuye (acertadamente) a la constatación de la reflexividad como un proceso sustantivo en la sociedad contemporánea, que atraviesa las formas de subjetividad e identidad cultural determinando las formas de producción del poder. Pero probablemente lo que le duele mas que nada a los críticos es que Lash demuele definitivamente la idea de critica como liberación, y de la trascendencia como organizador de cualquier lectura de lo social. Para Lash la critica es un problema de espacio real y no de representación, en el entendimiento. ¿Resulta todo esto demasiado aporetico? ¿Cae preso Lash de los mismos errores de diagnostico y de autocomplacencia propios de los intelectuales que al creerse indispensables para balizar el terreno, al final dimiten de sus propuestas de desclasamiento y se convierten en metarranadores de los infortunios de la propia clase intelectual? ¿Son una misma e igual caterva Lash y Derrida, Baudrillard y Latour? ¿Tenemos que extrañar que esta obra (cuyo original data del año 2002) no le rinda pleitesía a Michael Hardt y Toni Negri, que no haga ninguna referencia a Giorgio Agemben y a Paulo Virno, que practicamente ignore (salvo tangencialmente) a Virilio y a Bourdieu? Nadie puede desprenderse definitiva y radicalmente de su humus cultural. Nadie puede tampoco atenerse estrictamente a los buenos usos y costumbre de una critica académica impotente y estéril por amor a las formas. Pero tampoco nadie puede sobrevalorar su tiempo y autoinstituirse en un vidente radical y desprejuciado. La construcción de la utopía de masas fue el sueño del siglo XX Hay seguramente agujeros e insuficiencias en la lectura de Lash. Quizá sus triparticiones son demasiado hegelianas para nuestro gusto. Tal vez sea como todo intelectual que se precia, mucho mas sagaz en las denuncias que sofisticado en las propuestas (si es que tiene que hacer alguna). Probablemente falta en él un conocimiento mas acabado y sutil de las encarnaciones efectivas en dispositivos de las formas tecnológicas de vida Pero algo queda claro en esta excursión llena de detalles y puntuaciones originales y enriquecedoras. Seguir declamando un futuro que no fue, seguir buscando en míticos pasados las matrices de un futuro que cada vez se le parece menos, e insistir en redespertar conceptos y relecturas (como la que hizo Foucault de Kant) para después encontrarnos con la oquedad del presente ininteligible, es ya un juego aburrido y condenado al fracaso. Mucho mejor es lo que hizo Susan Buck-Morss en Mundo soñado y catástrofe al mostrar como la construcción de la utopía de masas fue el sueño del siglo XX. Como se trato de una fuerza ideológica impulsora de la modernización industrial tanto en la forma capitalista como en la socialista. El sueño fue, en sí mismo, un inmenso poder material que transformó el mundo natural, confiriendo a los objetos elaborados industrialmente así como a los entornos edificados un deseo político y colectivo. Pero ese sueño ya no existe mas y por mas invocación a las contradicciones culturales del capitalismo o la inevitable e irreversible baja tendencial de la tasa de ganancia que se hagan, (como las danzas rituales que (no) producen lluvia), ese mundo deseado ya no volverá. Aunque seguramente advendran otros potencialmente tanto o mas revulsivos que esos. Lo que irrita en Lash es que partiendo de la constatacion acerca del derrumbe de ese mundo soñado, no trate de autistamente restaurarlo por la fuerza de las categorías derrotadas, y nos inste decididamente a usar otras que parten de un critica (intrascendente, es decir inmanente) para ubicarnos no dócilmente, pero si mucho mas madura y adultamente, en la articulación de un diseño efectivo, de una reapropiacion distinta de las tecnologías que al construir al mundo nos reconstruyen a nosotros.