Publicado en La Nación - Ideas
Sobre Conversaciones sobre marxismo cultural y Los estudios culturales, de Fredric Jameson
Comentar dos libros que incluyen textos con un promedio de veinte años de antigüedad podría obligar a aclaraciones sobre su marginalidad dentro de la extensa obra del crítico cultural estadounidense Fredric Jameson (Cleveland, 1934), y de las ventajas de cierta distancia histórica a la hora de reflejar las ideas que allí circulan. Pero nada de esto sucede durante la lectura de Conversaciones sobre marxismo cultural ni la de Los estudios culturales. El primer volumen, una compilación de entrevistas realizadas a Jameson por intelectuales extremadamente diversos y el segundo, la reproducción de un texto publicado en la revista Social Text en 1993, conforman una suerte de gran hipótesis sobre la actualidad de los estudios culturales. Es que en Jameson nada es marginal ni inactual. Justamente, su extrema habilidad interpretativa de la cultura -que es también de la política- consiste en construir una trama de largo plazo donde ninguna manifestación es menor. Esto, siempre bajo la necesidad de responder a la pregunta: ¿qué tiene hoy para ofrecer el marxismo a la lectura de lo actual? Enlazada a otra:¿en qué medida aún nos puede señalar el futuro?
Jameson es conocido por sus críticas al posmodernismo y al posestructuralismo -allí están para demostrarlo La cárcel del lenguaje (1972) y Posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo tardío (1991)- por conducir a un dañino "escepticismo hacia los metarrelatos". Pero también por hacerlo de manera sofisticada a través de una lectura atenta a la existencia de diferencias sustanciales, tanto en el interior de la teoría como en los modos en que se expresa: arquitectura, literatura, filosofía o artes visuales, construyendo un abanico que nunca es monocromático. Ambos libros despliegan esa centralidad otorgada a las sutilezas.
En Conversaciones sobre marxismo cultural, edición encarada por Ian Buchanan, se incluyen entrevistas realizadas tanto por intelectuales que trabajan en los países centrales como por otros que, primordialmente desde Asia, han desplegado una mirada propia sobre la obra de Jameson. En esos diálogos interculturales, muy lejos de la ingenuidad, la dimensión política de los desafíos del autor luce bajo una nueva luz.
El modo en que Jameson entiende la relación entre marxismo y estudios culturales está, como él mismo señala, en la búsqueda de un "futuro que no sea prolongación del presente ni su cancelación apocalíptica". Es esa dimension utópica -donde nunca nada es "meramente cultural"- la que busca rescatar en un análisis sostenido en su sólida formación en filosofía francesa y alemana, pero también en críticas concretas hacia la política estadounidense. Su preocupación sigue siendo señalar que el problema del posmodernismo consiste en su dificultad para decir cosas sobre "el todo". Esto implica para Jameson objetar los intentos de fragmentación y el puro formalismo, pero también acercarse al feminismo, los nacionalismos, el poscolonialismo y la teoría queer. Lo hace a través de un análisis que involucra categorías literarias, pero que también indaga brillantemente en obras de arquitectos como Rem Koolhaas o Le Corbusier, el cine de Wong Kar-Wai , las pinturas de Robert Rauschenberg o la literatura de Tom Wolfe.
En el otro volumen, Estudios culturales, no sólo quedan a la luz los desafíos de la constitución del campo tanto en términos de objeto como de metodología, sino también la dimensión menos pesimista de su pensamiento. "Vivimos tiempos muy estimulantes", señala al evocar la eficacia de ciertos espacios de resistencia como los latinoamericanos. Actualizando ideas fundacionales como las de Paul Willis o Antonio Gramsci recuerda cómo los estudios culturales abrieron muchas de las discusiones actuales de la política como los cruces de raza, género y clase.
Es posible objetar a Jameson -¿a quién no?- cierta simplificación de sus enemigos teóricos o que no tenga en cuenta las respuestas que los pensadores posmodernos han dado a sus críticas. Pero el modo en que sus argumentos son capaces de inspirar acción y reflexión convierte su rescate crítico de la utopía en una estimulante esperanza alejada de las simplificaciones del mero optimismo.