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El color oscuro del porvenir

Por Gustavo Santiago 22 de mayo de 2010

Publicado en La Nación - ADN Cultura

"Pocos filósofos han logrado redefinir las categorías clásicas de la filosofía para aplicarlas al mundo actual con la originalidad de Paul Virilio (París, 1932). Su anclaje en el mundo de la arquitectura (fue director de la Escuela de Arquitectura de París durante tres décadas) le proporcionó un terreno concreto sobre el que aplicar su pensamiento. Una de sus inquietudes más persistentes ha sido la de pensar cómo vivir mejor en el ámbito de las grandes urbes o, al menos, cómo evitar perecer del peor modo.  En El accidente original, Virilio hace un análisis de la producción de accidentes en los siglos XIX y XX, y sugiere una serie de estrategias para posicionarse ante las amenazas de los probables accidentes venideros.  Pensado en los términos de Aristóteles, el accidente es lo contingente, aquello que puede variar sin que se altere la sustancia. En la actualidad, en cambio, la aceleración propia de la mundialización ""globalitaria"" ha hecho que lo habitable sea el accidente mientras que la sustancia se ha tornado contingente. Virilio distingue tres tipos de accidente. Por un lado, el accidente ""local"", aquel cuyo lugar de surgimiento y el alcance de sus efectos se pueden definir espacialmente. En segundo lugar, el accidente ""global"", aquel que no se sabe con precisión dónde se originó ni hasta dónde llegarán sus consecuencias. Finalmente, el accidente ""integral"", que concierne ""no sólo al conjunto del espacio geofísico, sino sobre todo a períodos de tiempos multiseculares, por no hablar de la dimensión sui generis de un Hiroshima celular"". Es este accidente el que amenaza con convertirse en nuestro único hábitat en un futuro cercano.  ¿Cuál es la causa de esta escalada de potencia del accidente, que puede provocar un nivel de desintegración insospechado unos siglos atrás? Por tratarse de un accidente ""artificial"", es claro que el origen debe encontrarse en una creación humana. Y esa creación no es otra cosa que la tecnociencia: ""La ciencia se ha convertido en el arsenal de los accidentes mayores, en la gran fábrica de catástrofes"". El planteo de Virilio es simple: cada nueva producción científica implica la invención de un nuevo accidente específico. No como algo ""colateral"", sino como un componente propio que revela esa nueva sustancia. Habitualmente experimentamos dificultades para adaptarnos, como usuarios, a un nuevo producto. En cierto modo, la técnica se adelanta a los usuarios. Lo novedoso del planteo de Virilio es que, de una forma semejante, la técnica ""se adelanta a la mentalidad de sus realizadores"". Los científicos y tecnólogos no ven, no se detienen a considerar los accidentes de los que son portadores sus novedosas creaciones. Comparando el desarrollo de la ciencia con la presión por batir récords de los deportistas, el filósofo sostiene que ""es como si en el siglo pasado la promoción del progreso tecnocientífico hubiera dopado a la ciencia"" al producir en ella un efecto de autodestrucción análogo al que tiene lugar en el cuerpo del deportista hipermedicalizado.  En esta grave situación, a la falta de conciencia de los científicos se suma el papel que juegan los medios de comunicación que, según el autor, se regodean en la exhibición de accidentes, catástrofes y atentados -sin establecer diferencias conceptuales entre ellos-, y multiplican sus efectos aterradores pero, al mismo tiempo, obstaculizando la reflexión seria acerca de sus causas y de las posibilidades de su prevención a futuro. La ""sincronización de las emociones colectivas"" y la ""administración del miedo público"" son instrumentos letales, que favorecen la manipulación masiva, en detrimento de las posibilidades de una acción política eficaz. Lo que Virilio propone es ""tomar el accidente en serio, pero de ningún modo a lo trágico, pues esto implicaría caer en el nihilismo y pasar, sin transición, de la euforia de la sociedad de consumo a la neurastenia de esa sociedad del desamparo"". Tomarlo en serio sería trabajar en favor de una inteligencia preventiva, que tuviera en cuenta los accidentes implícitos en cada innovación. También sería fundamental abrir un espacio para un movimiento ""escatológico"" que, desde una perspectiva de profundo respeto por la finitud del horizonte humano, pudiera ""hacer frente a lo imprevisible, a esa Medusa de un progreso técnico que extermina literalmente al mundo entero"".  Virilio ha sido tildado en innumerables ocasiones como pesimista. En verdad, sus posturas difícilmente puedan ser consideradas alentadoras, aunque él expresamente sostenga que esa es su pretensión última. Pero el hecho de que el futuro de la humanidad sea pintado en tonos tan oscuros, ¿es exclusiva responsabilidad del filósofo o de la propia humanidad, que no parece tomar conciencia del objetivo hacia el que orienta sus pasos?"

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