Publicado en Página 12 - Radar Libros
"Si de grandes temas y ediciones pequeñas se trata, ¿cómo pasar por alto un ejemplar como El mal del filósofo Paul Ricoeur? El librito hace pública una conferencia en la Facultad de Teología de la Universidad de Lausana en 1985, donde el gran fenómeno se sumerge profundamente y por una vez en los misterios del mal, acaso el tema qua sobrevoló toda su obra. Hay qua decirlo: Ricoeur es protestante y desde esta inscripción primera busca desgranar el fondo tenebroso qua hace del mal un único enigma desarmando la confusión entre fenómenos tan diversos como el pecado, el sufrimiento y la muerte. Pero ¿en qué punto se enlazan el pecado y el sufrimiento? En el punto en qua obrar mal es siempre dañar a otro directa o indirectamente y, por consiguiente, hacerlo sufrir. Si fueron los mitos (de todas los colores y tamaños, tanto los orientales como los occidentales) los que permitieron recoger la experiencia del mal y articularla en un lenguaje, sin embargo, el mito, incluso en sus hipótesis más fantásticas, no aporta más que el consuelo de un orden. Un orden que desplaza y que deja en pie una pregunta. ¿por qué yo? Ahora bien, ¿por qué el del mal es un desafío ante el que fracasan todas las teologías y también las filosofías más refinadas? Porque en su enigma late un grito de lamento original irresoluble. Por ello, para Ricoeur se hace necesario superar la dimensión especulativa y enfrentar el mal desde el pensamiento, la acción política a incluso desde una transformación de los sentidos. Antes de acusar a Dios o especular sobre un origen demoníaco, es necesario actuar ética y políticamente. ¿Cómo? De un modo simple y hasta obvio: ""Toda acción que disminuya la cantidad de violencia ejercida por unos hombres contra otros, disminuye el nivel de sufrimiento en el mundo"". Pero la respuesta práctica aún es insuficiente, Ricoeur recurre a Duelo y melancolía de Freud. De nada sirve responsabilizar a un Dios por haber querido castigar, tampoco buscar consuelo en la idea de qua ""El"" mismo sufre. Se impone, para Ricoeur, amar a Dios a pesar de todo. De lo que se trata es de romper con el lamento porque el sufrimiento es, ni más ni menos, irreductible."