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En favor de la diferencia

Por Cecilia Macón 7 de septiembre de 2012

Publicado en La Nación - ADN Cultura

"""Italia es la frontera entre mundos culturalmente contrapuestos: Europa y el Mediterráneo, el Norte y el Sur. Es un país constituido por las fracturas, por las grietas."" Esta evocación de su país natal por parte del napolitano Roberto Esposito (1950), uno de los teóricos clave de la biopolítica, resume sus razones para explicar el profundo interés de la filosofía italiana por la política, pero también su modo de entender la política misma: un espacio de disputa sostenido en tensiones que deben ser desenmascaradas. Como Wittgenstein y como Marx, Esposito tiene la fortuna de ser dos. La multiplicación del pensador italiano se sostiene en la existencia de dos Esposito sucesivos: uno crítico y deconstructivo y otro propositivo. Uno que se despliega alrededor del concepto de lo impolítico vía Martin Heidegger y Simone Weil y otro, a partir de la tensión entre comunidad e inmunidad, vía Michel Foucault. La reciente publicación en castellano de dos volúmenes pertenecientes a estas etapas permite indagar, no sólo los vínculos entre Esposito I y Esposito II, sino también el modo en que los debates y acontecimientos contemporáneos marcaron para siempre su pensamiento. Así como Diez pensamientos acerca de la política -publicado en 1993- cierra la primera etapa como una bisagra hacia la segunda, el reciente El dispositivo de la persona -presentado en Italia en 2011- se abre a la propuesta de un nuevo vocabulario. Esposito I -el que indaga en la deconstrucción del vocabulario político moderno- sale a la luz con Categorías de lo impolítico (1988). Allí, la idea de lo impolítico se define por la negativa: no es una huida de lo político ni su superación. Se trata de la incapacidad del pensamiento político de abordar la dimensión caótica de la realidad política. Claro que el agotamiento progresivo de las categorías políticas modernas no significa su definitiva desaparición, sino la evidencia de que se abre en su interior una grieta. Esa otra cosa no será la despolitización impulsada por el liberalismo. Para exponer los motivos de su espíritu deconstructivo, Esposito evoca en Diez pensamientos? una frase clave de Simone Weil: ""Podemos tomar todos los términos, todas las expresiones de nuestro léxico político, y abrirlos; en su interior encontraremos el vacío"". La cuestión de lo impolítico -agrega el napolitano- gira en torno a qué significado atribuir a ese ""vacío"". No es el fin de la política, es su principio. Es de este modo como a lo largo del volumen las categorías de política, democracia, responsabilidad, soberanía, mito, obra, palabra, mal, Occidente, comunidad y violencia -estas últimas como un par- son analizadas en tren de exhibir la creciente brecha entre política y pensamiento. La filosofía, destaca Esposito, no informa de esto porque ella misma es su responsable a través de la negación del conflicto. El argumento central del texto se expone, por ejemplo, al mostrar que la idea de democracia no se opone al mito -como pretendieron Schumpeter o Weber-, sino que resulta un mito más que reafirma la relación del propio mito con el totalitarismo. Es preciso entonces desmitificar el concepto de democracia a través de su desmontaje semántico. Si Diez pensamientos? cierra con la cuestión de la inmunidad es porque allí Esposito I vislumbró la necesidad de inventar a Esposito II: es decir, fundar una estrategia propositiva sostenida en transformar la biopolítica en una política de la vida, y no solo sobre la vida; es decir, una matriz capaz de encarar principios para generar vida. Y es para lograr este objetivo que a lo largo de los años siguientes se centra en dos nociones: comunidad -como lo relacional- e inmunidad -lo refractario-, una relación antinómica pero necesaria donde el predominio del factor inmunitario resulta fundador de la modernidad y no su mero efecto. Las categorías modernas son presentadas como un intento de inmunizar el cuerpo social de lo comunitario. Y cuando la inmunidad llega a ese extremo ataca la vida. El 11 de septiembre de 2001 marca el inicio de la radicalización de la crisis inmunitaria a partir de la demanda de seguridad, cuestiones como la obsesión por los efectos de la inmigración no hacen más que exhibirla en todas sus consecuencias. Resulta necesario hoy, afirma Esposito, devolver la comunidad a la diferencia y la inmunidad, a la contaminación. Es dentro de este nudo conceptual que El dispositivo de la persona se centra en una paradoja: cuanto más se busca delimitar las características de las personas, merced a su reificación, más se las despersonaliza. El rastreo que encara Esposito de la idea de persona -en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, el derecho romano, el pensamiento católico, el liberal, el psicoanálisis y la bioética- supone exhibir una misma lógica de exclusión: quienes gozan de un derecho resultan definidos por contraste con aquellos que son excluidos. Se torna imperioso construir un nuevo diccionario político capaz de revisar la relación entre los seres humanos y desplegar una biopolítica de la vida capaz de establecer un vuelco en la relación de fuerzas. Una de las virtudes del estilo argumentativo de Esposito consiste en la evasión de cualquier patrón sospechado de gran narrativa sustituta; es capaz de mantenerse en una zona paradójica donde la contingencia del pensamiento -como de la acción política misma- no atenta contra su eficacia. Y es allí donde, más allá de posibles objeciones puntuales, su cara deconstructiva y la constructiva -o sus alias I y II- se enlazan de manera edificante."

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