Publicado en La Nación
"Si algo queda claro en los textos de Jean Laplanche es su intento, por momentos denodado y muchas veces logrado, de no leer la obra de Freud desde Lacan. Es decir que las citas y las referencias freudianas que pueblan sus escritos no están destinadas precisamente a continuar o a apuntalar lecturas lacanianas. Mucho menos, claro está, a celebrarlas. Si bien dice no ser un ""freudólogo"", lo cierto es que Laplanche ha traducido a Freud y conoce muy bien los laberintos de su obra intrincada, así como el universo de significaciones que rodean a los conceptos. ""Debo señalar una vez más que es posible examinar cuidadosamente lo que dijo Freud sin coincidir por ello con su pensamiento, ¡y esta es mi postura!"", enfatiza Laplanche, coautor junto con J.-B. Pontalis del célebre Diccionario de psicoanálisis . Y, efectivamente, ese examen cuidadoso, alimentado por un espíritu siempre inquieto, le permite localizar problemas teóricos y clínicos que abren nuevas preguntas y perspectivas de investigación. Es interesante, en ese sentido, el seguimiento que hace de los escasos lugares donde el creador del psicoanálisis habla de ""responsabilidad"", en contraposición a los muchos en los que habla de ""culpabilidad"", todo a la luz de una sugestiva cita nietzscheana. Pero el hilo conductor del libro tiene que ver con lo que el autor llama ""situación antropológica fundamental"": el encuentro originario y asimétrico entre el niño y el adulto, base de las clásicas escenas freudianas de seducción, concebidas inicialmente como reales y después como productos de la fantasía. Laplanche se propone enfatizar allí el papel del otro, cuyo ""mensaje enigmático"" deberá ser descifrado a posteriori por el niño. Lo cual plantea un problema temporal que abre, al menos, dos alternativas: ¿se trata de algo que, depositado en el pasado, sólo será reactivado con efecto retardado (del pasado hacia el futuro), o de algo que se comprenderá en el futuro de manera retroactiva (del futuro hacia el pasado)? Asistimos, así, a un aspecto emblemático de la gimnasia laplancheana. En el capítulo ""Notas sobre el aprés-coup "", el autor se encarga de demostrar cómo conviven en Freud ambas direcciones temporales bajo un mismo término ( Nachträglichkeit ) que, curiosamente, comenzó a cobrar importancia recién a partir de un problema de traducción de la obra freudiana al francés en los años cincuenta. Hasta entonces ausente de los índices de las ediciones alemanas, dicha noción temporal llegó, pues, ""más tarde"". El lector no tardará en apreciar que en esos terrenos accidentados, desparejos, incómodos y, esencialmente, poco proclives a la síntesis o a cierres apresurados, Laplanche se mueve con imperturbable familiaridad. Desde hace un tiempo, el autor de Vida y muerte en psicoanálisis viene señalando distintos casos de lo que denomina ""extravíos"" de la senda freudiana: el de Melanie Klein y su concepción biologicista de la sexualidad, el de Jacques Lacan y su concepción estructuralista del inconsciente, pero también los (supuestos) desvíos ocasionales de Freud con respecto a su propia obra. Se diría que a Laplanche lo guía la búsqueda de un Freud ""puro"". Y aunque este ideal de pureza pueda resultar discutible, ilusorio, o demasiado ambicioso, evidentemente sigue funcionando en este autor como un inagotable combustible para seguir trabajando."