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La condición de la posmodernidad

Por Joaquín Esteban Ortega 14 de enero de 2004

Publicado en Revista de psicoterapia y psicosomática Enero-Abril Vol LIII, N° 152

"Nos detenemos en esta reseña a reconsiderar dos importantes libros publicados hace algunos años por Editorial Amorrortu sobre el tema de la postmodernidad dentro del marco de una sociologÍa del cambio. Sus autores D. Harvey y S. Lash son prestigiosos y atentos observadores de las grandes transformaciones a las que se está sometiendo nuestro tiempo. A pesar de que esta oportuna edición castellana apareciera años más tarde, ambas obras son originalmente de 1990 y en ambas se encuentra la ineludible pretensión de no dejar de entender el fenómeno posmoderno como un emblema para la comprensión de la época presente en toda su complejidad sociocultural. Desde la vertiginosa perspectiva de estos casi tres lustros que nos separan de la aparición de estos dos trabajos, y de otros sobre la misma temática, cabe hacer una posible revisión sobre la vigencia de la posmodernidad en tanto que perspectiva válida para situar la reflexión sobre el presente. Muchas y muy cualificadas son las voces que con sólidos argumentos ratifican el carácter inacabado (Habermas), la maleabilidad líquida (Bauman), la fase consumativa (Giddens), o el carácter adaptativo de la sociedad red (Castells) o el comportamiento social como reacción ante el riesgo (Beck), de la modernidad. Quizás hoy sea difícil seguir hablando, desde un punto de vista mediático, de posmodemidad. Sin embargo, esta reacción incisiva en los comportamientos y en los análisis tal y como se presentó sobre todo en los años 80 y 90 permanece, a nuestro entender, a través de todas las implicaciones sobre las que se asientan la sociedad del conocimiento, la globalización o el auge del neoliberalismo en nuestros días. Al margen de la perspectiva crítica con la que podamos aproximarnos a estos fenómenos dinámicos de hoy creemos que sólo la reconsideración del paradigma postmoderno nos puede permitir ofrecer algún sentido cabal desde la perspectiva de las ciencias humanas y sociales. Es en este sentido donde vuelven a ganar actualidad estos dos libros de Harvey y Lash. Cargado de riquísimas referencias artísticas, urbanísticas, arquitectónicas, literarias y culturales en general La condición de la posmodernidad manifiesta ser un ejercicio exhaustivo de geografía social a través del cual se pretende poner en evidencia que la condición de la posmodernidad, más que ninguna otra cosa, ha supuesto la sutil inauguración de una nueva fase del capitalismo. El tono dialéctico del análisis nos permite ver cómo el diseño cultural del cambio social se ha ido configurando a partir de una concepción desencantada de las pretensiones modernas. La literatura, el arte, la sensibilidad ética y estética en general fueron ofreciendo las pistas de una misma perspectiva. De los análisis de Weber, Foucault o Lyotard, de las descargas semánticas de Derrida o Deleuze-Guattari, de la discursividad cinematográfica se acaba deduciendo la reducción posmoderna de la experiencia a una serie de presentes puros y desvinculados que terminan ofreciendo de forma progresiva una nueva manera de entender el espacio y el tiempo y, por extensión, la propia cosmovisión sociocultural. Mediante sugerentes ejemplos de la pintura, la literatura, la poesía, el cine y el arte en general, el autor ratifica la textura urbana del fenómeno y las consecuencias de ello para la vida social. Todas estas descripciones de carácter sociocultural derivan en la intención esencial de todo el libro, es decir, en el análisis estructural del desarrollo de la modernidad fundamentalmente desde la perspectiva económica, sobre todo en las consideraciones sobre la economía política del capitalismo tardío en el siglo XX. El fordismo y la flexibilización resultan ser elementos clave del arco sobre el que se sustenta la transformación. En la parte tercera, partiendo del convencimiento de que el espacio y el tiempo son construcciones sociales, se le sigue la pista a los ordenamientos simbólicos de tales conceptos en la configuración social de la individualidad y la capacidad de imposición y de poder que se derivan de su reconsideración posmoderna; por ejemplo, en la aceleración del ritmo de los procesos económicos y en la globalización de los mercados. También se reconsideran dichos conceptos desde el punto de vista de la industrialización y su repercusión con las estéticas vanguardistas y el cine postmoderno (Blade Runer, El cielo sobre Berlín). La última parte está dedicada a analizar las claves de la postmodernidad como condición histórica, como estructura sustentante de la lógica transformativa y especulativa del capital y como la era de la reproductibilidad electrónica. Por su parte, la propuesta de análisis de Scott Lash en Sociología del posmodernismo no queda tan sometida a los presupuestos económico dialécticos del fenómeno, para centrar más el discurso de lectura en las implicaciones culturales que se desprenden de la teoría social posmoderna. Tres tesis esenciales son las que vertebran el libro: En primer lugar, la del cambio cultural, es decir, que mientras la modernización es un proceso de diferenciación cultural, la posmodernización es un proceso desdiferenciador. Si la modernidad estructura las identidades culturales y colectivas dentro de las distintas clases sociales, el fenómeno postmoderno tiende a hacer lo contrario; en segundo lugar, el autor considera que mientras que el modernismo es una formación discursiva, el postmodernismo es figural. Los análisis en los que se sustenta esta tesis tienen que ver con la refiguración del cuerpo (Nietzsche, Foucault, Deleuze) y el deseo, por una parte, y con la disolución del significante tanto en el significado como en el referente. Este testimonio sobre la desdiferenciación toma sus muestras del cine, del teatro, de la pintura y de la arquitectura; y, por último, la tercera tesis vertebradora nos quiere hacer ver cómo el tránsito se percibe bien, desde un punto de vista global y económico, en los procesos de decadencia o emergencia de determinadas clases sociales o fracciones de clase. En el capítulo 8, por ejemplo, el autor se detiene sutilmente a analizar el bloque de poder hegemónico en París, Viena y Berlín, y en el capítulo 9, y desde el prisma de P. Bourdieu, se nos quiere hacer ver cómo las estructuras sociales (política, legal, estética a intelectual) manifiesta la pugna de algunos grupos por la autonomización modernista mientras que otras clases más satisfechas tienen ya un interés ideal y material en la desdiferenciación. Ambos libros han de ser concebidos como dos magníficas muestras de análisis cabal sobre el cambio social que se obra en nuestra cultura. Sin duda, a pesar de haber sido pensadas hace ya algunos años, sus implicaciones y sus análisis nos siguen resultando hoy tremendamente sugerentes."

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