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Leo Strauss entre dos mundos

Por Juan Malpartida 4 de octubre de 2009

Publicado en ABCD las Artes y las Letras

"En la historia del pensamiento del siglo XX, Strauss está cerca de Heidegger y lejos de Bertrand Russel, Ortega o Isaiah Berlin. Heidegger expulsó la política y la Historia de su obra; pero en cambio situó la ontología en primer plano, algo a lo que Strauss no podía ser indiferente. Su manera de pensar supone minuciosos comentarios de determinados textos clásicos, trabajando como un cabalista. Lector de amplia erudición, trata los textos con la superstición de quien busca un secreto entre líneas. Más que páginas escritas por hombres, y por lo tanto sujetas al capricho y el error, parece asistir a hechos necesarios. Desvelado por el conflicto teológico-político entre razón y revelación (escribió una obra sobre Spinoza a los veinticinco años), Strauss ha examinado las obras de Platón y Jenofonte, Agustín de Hipona, Maquiavelo, Spinoza y Hobbes fundamentalmente, y, del lado religioso, la Torá judía. La fundamentación de los valores es un tema filosófico antiguo, al menos desde el clasicismo griego, y es también un tema teológico que, gracias a la reflexión filosófica, el teólogo se ha visto obligado a tomar como suyo. Jerusalén y Atenas. Si, como afirma Strauss, se es filósofo o teólogo, la creencia en un principio absoluto en el que descansa la naturaleza del valor es religiosa. Pero para el pensador alemán, exiliado en Estados Unidos, ambas disciplinas han de estar abiertas al desafío mutuo. El filósofo socrático vive la filosofía, que es el camino hacia el saber, necesariamente incompleto, y su verdadera vida es un amor a la sabiduría cuya totalidad le está vedada. El teólogo lleva la razón hasta sus límites y luego la hace descansar en un absoluto indemostrable pero que se hace evidente a través de la revelación. Estos límites no son para Strauss los que estableció Kant para la razón sino los sustantivos de la condición humana. El filósofo avanza porque cree en el progreso de sus reflexiones, en la adquisición de saber; el teólogo retorna porque la verdad está en el principio más que en los principios. Para Strauss esta tensión se expresa en los términos Jerusalén y Atenas, que, aunque se interrelacionan, son opuestos. En términos políticos, nuestro pensador ha reflexionado sobre el derecho natural y el derecho positivo, la ley absoluta y por lo tanto general, y el relativismo, circunstanciado e histórico.  En Estudios de filosofía política platónica se reúnen ensayos inéditos o perdidos en revistas. El renacimiento del racionalismo político clásico, es una antología de textos, llevada a cabo por el estudioso de su obra Thomas L. Pangle, y en ella encontramos sus ideas sobre la crisis espiritual del mundo moderno, estudios sobre la filosofía política clásica y el eterno problema, especialmente para Strauss, entre razón y revelación. Para nuestro autor, la modernidad parece ser sólo el espacio de la crisis, mientras que todo lo realmente importante, desde un punto de vista de la reflexión, es anterior a Maquiavelo. ¿Cómo solucionar un problema religioso por medios humanos, es decir, prescindiendo de la mediación trascendente? Peleado con lo inmanente, con las tradiciones nihilistas, relativistas y posibilistas, Strauss no dejó de creer en la democracia pero trató de sustentarla, o soñó con sustentarla, en valores absolutos. Lo contrario sería para Strauss apoyar la ciencia social en fundamentos irracionales o subjetivistas, en un marco conceptual arbitrario. Integridad Premoderna. Otras opciones, que le son ajenas, es creer en el carácter progresivo racional del proceso histórico (Hegel), que descansa en la premisa de que ese proceso está completo, o en el mesianismo cientificista marxista. La idea de que el hombre no tiene naturaleza sino Historia le debía zumbar en los oídos. En cuanto al existencialismo, lo ve como heredero sobre todo de Nietzsche y cuyo núcleo duro es Heidegger: un intento de liberar al relativismo de su recaída en la metafísica o en la apelación a la naturaleza. Strauss recorre la filosofía de la modernidad, muchas veces de manera tácita, mientras discute sobre la tiranía o sobre la concepción de la historia en Tucídides. No comparte que la vida buena ya no se apoye en el acatamiento de una pauta previa a la voluntad humana, y por lo tanto su propia humanidad sea adquirida. Para Strauss esto no es posible y es necesario retomar a la civilización occidental en su integridad premoderna."

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