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Paradojas de una nueva era

Por Pablo Esteban Rodríguez 19 de junio de 2005

Publicado en La Nación

"Corría el año 1994 cuando el entonces vicepresidente norteamericano, Albert Gore, presentó aquí en Buenos Aires el proyecto mundial para las ""autopistas de la información"" y la instalación de un ""ágora informacional"". Era el tiempo de la euforia de la ""sociedad de la información"": documentos, proyectos, artículos, libros y discursos ponderaban las virtudes de la nueva era. El utopismo informacional intentó transformarse en el vocero de una revolución de proporciones similares a la Revolución Industrial. La Crítica de la información de Scott Lash, un autor que ha trabajado en varios libros los aspectos sociológicos y antropológicos de este nuevo tiempo, pretende constituirse en un balance, esta vez en términos filosóficos, de aquello que queda como dato relevante una vez que se separan las transformaciones en curso de la propaganda que la rodean. La intención de Lash es casi inédita, si no fuera porque recorre cuestiones ya abordadas por La condición posmoderna (1979), la obra más polémica y peor comprendida de Jean-François Lyotard, y por la Crítica de la comunicación (1990) de Lucien Sfez. Tomadas en conjunto, la Crítica de la comunicación y la Crítica de la información, en los dos extremos de la década del 90, presentan notables similitudes tras sus diferencias de enfoque: ambos encaran una crítica filosófica y política de la ""sociedad de la información""; ambos suponen -como Jean Baudrillard- que ya no es posible la crítica en el sentido trascendental kantiano; ambos buscan salidas filosóficas a este atolladero; ambos, finalmente, apartan con éxito el determinismo tecnológico que campea en la problemática de la información. Crítica de la información despliega su ambición en tres partes. En la primera, Lash exhibe el conjunto de modificaciones que las tecnologías de la información suponen para la vida social. Quizás el concepto más destacado es el de las ""formas tecnológicas de vida"", donde pone en juego la novedad técnica radical que habilitaría a pensar en una vuelta de página de la modernidad. Según Lash, las formas de vida que caracterizaron a la modernidad no estaban escandidas con tanta fuerza por la técnica, en la medida en que se limitaba al ámbito de la producción. El uso de las tecnologías de la información y la comunicación ""tecnifican"" el intercambio simbólico y el juego de las significaciones, marcando un punto de quiebre: desde los medios masivos hasta las llamadas ""nuevas tecnologías"", ahora la vida social completa, y no sólo la relacionada con el trabajo, entra en el dominio de la técnica. En particular, la cuestión de la información en su versión biológica entrega la comprobación de que también la Naturaleza puede hoy ser modificada de un modo inédito para la civilización industrial, que sólo aspiraba a extraer y liberar energías. Entonces, ""las formas tecnológicas de vida son vida a distancia: no sólo cultura sino también naturaleza a distancia. El Proyecto del Genoma Humano y las distintas bases de datos del ADN humano son naturaleza a distancia [...]. En las formas tecnológicas de vida, los sistemas otrora más o menos cerrados, mi cuerpo, el cuerpo social, se convierten en constelaciones más o menos abiertas"". En la segunda parte, Lash propone al lector un pasaje por el desfiladero filosófico que une el paisaje nuevo de la primera parte con el conjunto de las nociones adecuadas para este tiempo que expone en la tercera parte. Los nombres que pueblan el túnel son apabullantes: Walter Benjamin, Jacques Derrida, Martin Heidegger, Edmund Husserl, Henri Lefebvre y Emmanuel Lévinas. Los conceptos también: signo, intersubjetividad, diferencia, espacio, tiempo (en una concesión contradictoria de las categorías de Kant, aquel que estableció la crítica que se pretende impugnar), alteridad, ética. La interpretación troncal de Lash es la siguiente: durante el siglo XX existieron dos tradiciones de la crítica a la modernidad. La llamada ""teoría crítica"", con fuerte acento alemán, recurría a la dialéctica para desentrañar las contradicciones de la vida social bajo el capitalismo, y al mismo tiempo se despegaba de las versiones clásicas de la dialéctica marxista. El posestructuralismo, hablado casi exclusivamente en francés, lleva al fondo la cuestión de no resolver la contradicción, sino disolverla en la paradoja, el énfasis en la aporía, la imposibilidad de decidir y unificar lo que aparece diverso y conflictivo. Lash evalúa que ambas tradiciones no se pueden corresponder con las premisas de las ""formas tecnológicas de vida"". ""El quid de la Informationskritik consiste en no ser ni dialéctica ni aporética y no tener nada que ver con la ideología o la hegemonía. La crítica-de-la-información no se produce en lo simbólico sino en lo real [...]. Lo real es un espacio de comunicación."" En la tercera parte, el lector se encuentra con los problemas más originales que plantea el libro. Lash afirma que en la ""sociedad de la información"" la producción ha sido reemplazada por la circulación como lógica económica primordial y que la racionalidad está siendo suplantada por el juego como principio de subjetivación que sostiene la vida política y social. ""En la acumulación nacional, las cosas están mayormente ?bajo control´. En la circulación global, tienden a escaparse de control. Ese es el meollo de la contradicción de la sociedad de la información. Y por eso ésta también es siempre una sociedad de la desinformación."" Aquí, la recuperación de autores como Johan Huizinga y Marshall McLuhan o la cita de otros más frecuentes en las ciencias sociales contemporáneas como Harold Garfinkel y Donna Haraway son inspiradoras. Como puede verse, la Crítica de la información tiene una ambición desmedida que podría ser celebrada, si no fuera por su eclecticismo. La acumulación de impresiones e intuiciones no hacen una idea, tampoco una argumentación, y menos aún si esta acumulación no se presenta con una escritura cuidada, cuestión que las ciencias sociales tienden a olvidar. Lash propone nombrar a Gilles Deleuze, junto a Niklas Luhmann, como ""el pensador paradigmático de la era de la información"". Después de todo, aunque Lash parezca desconocerlo, las ""formas tecnológicas de vida"" no difieren de lo que Deleuze llamaba ""dividuo"", el individuo que logró ser doblado, duplicado, retranscripto. Al contrario de Lash, el autor francés, más allá de la vulgata acerca del ""rizoma"", los ""flujos"" y la ""desterritorialización"" con la que se cree comprenderlo, supo distinguir con claridad las relaciones entre conceptos, ""perceptos"", intuiciones e ideas. Por eso le bastaron unas pocas líneas y nombres (en ""Posdata a las sociedades de control"", en ""Control y devenir"", en ¿Qué es la filosofía? escrito con Félix Guattari) para oponer el problema de la comunicación al del arte y el de la información al de la creación. Y justamente Lash cierra su obra con una reflexión sobre el arte como manifestación conflictiva de la ""sociedad de la información"". Pero en lugar de la creación, para Lash la salida es la melancolía, el sujeto melancólico que extraña el viejo tiempo y el viejo espacio. Son dos disposiciones espirituales: la melancolía exhibida de modo espectacular como teoría y el discreto encanto de la creación de una idea."

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