Publicado en La Nación - ADN Cultura
"El nombre de Roberto Esposito (Nápoles, 1950) se ha tornado familiar para los lectores de habla hispana en un tiempo reciente. En los últimos cinco años han aparecido traducciones de sus textos más importantes: Categorías de lo impolítico y la trilogía Communitas, Immunitas y Bíos. Su más reciente trabajo, Tercera persona, es un estudio del concepto de persona desde una perspectiva biopolítica. La relevancia del concepto de persona parece indiscutible. En el terreno de la bioética, por ejemplo, es fundamental en las discusiones en torno al aborto o la eutanasia. De modo desafiante, Esposito sostiene que, lejos de operar como nexo entre hombre y ciudadano o entre derecho y vida, la categoría de persona introduce entre esos pares de conceptos una brecha difícil de superar. Según el filósofo, dicha categoría actúa como un dispositivo que, al establecer una distinción entre el hombre como ser natural y la persona como entidad artificial, abre paso a la peligrosa posibilidad de que algunos seres humanos puedan no ser considerados personas. El análisis de Esposito toma como punto de partida la obra del fisiólogo Xavier Bichat, quien postula la existencia de dos vidas en el hombre: la orgánica, propia de las funciones vegetativas, y la animal. El autor muestra cómo esta distinción se va transformando al atravesar el pensamiento de Schopenhauer, de Comte, del antropólogo francés Victor Courtet de l´Isle, del lingüista alemán August Schleicher, hasta decantar en el racismo de Gobineau o de Vacher de Lapouge. También en el liberalismo el dispositivo de la persona genera una distinción, que allí es presentada en términos de propiedad: el hombre es persona en la medida en que es propietario de sí mismo. De este modo, el hombre resulta escindido en un propietario, su parte racional, y una propiedad despersonalizada, el cuerpo. Esta separación tiene importantes consecuencias en problemáticas bioéticas. Por ejemplo, en las que se discute qué derecho tiene el hombre sobre su cuerpo entero y sobre sus partes, o en las que se plantea la posibilidad de patentar modificaciones genéticas. Llegado a este punto, Esposito se pregunta si existe alguna salida al poder de separación y subordinación que la categoría de persona instaura. Siguiendo a Simone Weil, sostiene que ""la única posibilidad de sustraerse a esa coacción consiste en convertirla por inversión en la modalidad de lo impersonal"". Por ello, el último capítulo del libro está dedicado a diversos esfuerzos (realizados, entre otros, por Kojève, Levinas, Blanchot, Foucault y Deleuze) por alcanzar lo impersonal o, lo que es lo mismo, por introducirse en el terreno de la ""tercera persona"", la forma verbal que, según el autor, expresa la ""no-persona"", que alude a una ausencia situada en el cruce entre nadie y cualquiera. De las diferentes propuestas, la de Deleuze -en la que se invita a experimentar un ""devenir animal"" en el que se dé lugar a la multiplicidad, la metamorfosis, la contaminación, el contacto con lo heterogéneo- es para Esposito aquella que mejor permite hacer frente a la cosificación y el sometimiento con el que amenaza el dispositivo de la persona en sus diversas manifestaciones."