En el panorama político contemporáneo, donde el Estado-nación aún domina, el migrante es el acusado: de estar fuera de lugar, de ocupar el lugar de otros. Sin embargo, no existe ningún derecho sobre el territorio que pueda justificar la política soberanista del rechazo.
En una ética que apunta a la justicia global, Donatella Di Cesare, con claridad conceptual y un andar por momentos narrativo, reflexiona sobre el significado último del migrar.
Habitar y migrar no se oponen, como diría..