Publicado en Diario Perfil - Cultura
"Escribir sobre la filosofía de Gilles Deleuze implica, de alguna manera, enfrentarse a la especificidad de la disciplina. La reciente edición de dos libros sobre su obra —Deleuze. Una filosofía del acontecimiento, de François Zourabichvili, y Deleuze. Del animal al arte, de Anne Sauvagnargues (ambos en Amorrortu)—, más la traducción de las clases sobre Leibniz (Exasperación de la filosofía) a) parecen colocarnos frente a una tendencia que viene in crescendo (luego de 12 años de su muerte) y que no cesa de lograr aproximaciones más certeras del pensamiento deleuzeano. La filosofía de Deleuze no resiste categorías estándar de la historia del pensamiento tradicional. Es una filosofía no escrita contra nada ni escrita a favor de, no es una filosofía académica ni divulgativa, no es una filosofía encorsetada en alguna escuela o tradición, no es una filosofía para una especialidad (ni práctica ni estética ni metafísica), no es una filosofía post nada. Para Deleuze, la filosofía simplemente es creación de conceptos. En gran medida, esto es lo que puede verse en las magníficas y estimulantes clases sobre el pensamiento de Leibniz (19801987). Leibniz es tomado más como un estilista de los conceptos (principio de razón suficiente, lo infinitesimal, etc.) antes que como un mero pensador racionalista. El tono experimental de las clases de Deleuze permanece ajeno a cualquier ánimo polémico o categorizador convirtiendo una mera clase en un verdadero laboratorio de ideas innovadoras. Contrariamente a lo señalado, la obra de Deleuze no tiene períodos (aunque algunos analistas fuercen cierta etapa historicista, otra con Félix Guattari y otra creadora), sino que es una totalidad, sin subdivisiones; incluso cuando Deleuze habla sobre otros filósofos no hace didáctica ni docencia sino ""filosofía"" en el sentido más estricto. Del mismo modo cuando refiere a las artes, el cine, la literatura o la música (en todos los casos con un conocimiento extraordinario), lo hace en términos meramente conceptuales, ignorando la jerga de la estética o la filosofía del arte más clásica. Contrariamente a lo que suele señalarse, la obra de Deleuze no tiene períodos Ahora bien, la filosofía de Deleuze es una filosofía sin fundamento, anárquica (sin arché), sin centro ordenador, ni subjetividad jerárquica. Es una filosofía de la inmanencia. Una filosofía antibinaria, no metafísica. Un pensamiento que se abre para embeberse de la no filosofía (se hace filosofía con todo) y luego replegarse para generar conceptos con lo otro. Es una filosofía del pliegue, contaminante, un pensamiento de la sensación y del afecto. Es también la filosofía de lo virtual, en tanto potencia de la acción; lo virtual como condición de posibilidad de lo real, de una pragmática, de un hacer. En definitiva, es una filosofía del cuerpo. En este aspecto es que el libro de Sauvagnargues remarca la idea de animalidad en el pensamiento deleuzeano en tanto anómalo; el deveniranimal como desterritorialización constante y agenciamiento con lo real. Esta anomalía se verifica también en lo que Deleuze denomina literaturas menores (el caso de Kafka) o en la tradición literaria norteamericana de la que era gran afecto. De alguna manera, la insularidad de su figura en el panorama intelectual francés responde a esta manera de pensar. Su filosofía hacía del concepto de fuga un elemento central. Y el ideario de la tradición norteamericana (las carreteras, las drogas, los Beatniks, el jazz y el rock), contrariamente al psicologismo del ""sucio secretito francés"", le era propicio para su desarrollo filosófico. Toda la gama de conceptos, la arquitectura conceptual de Deleuze, encuentra su expresividad a partir de este principio anárquico: rizoma, ritornello, desterritorialización, agenciamiento, ""hecceidad"", cuerpo sin órganos, cartografía, entre otras, son nociones que presuponen una ontología de la inmanencia que encuentra en Spinoza y en Nietzsche los epígonos. Pero tal vez lo más fascinante del pensamiento deleuzeano es que la influencia que recibe de una serie de pensadores (los estoicos, Duns Scoto, Kant, Leibniz, Spinoza, Nietzsche, Bateson, Foucault) no responde a determinada escuela o coherencia académica a la que adscribe sino a una construcción propia; su filosofía no responde a tradición alguna; pareciera, en este aspecto, haber seguido el precepto del Zaratustra de Nietzsche: perder al maestro para encontrarse a uno mismo. Legado heterodoxo. Subsiguientemente, la enorme influencia de su pensamiento que aparece en el horizonte también resulta continuadora de esta misma lógica. No hay deleuzeanos estándar. Quienes se reconocen deleuzeanos son figuras heterodoxas, la mayoría multidisciplinarias y no necesariamente académicas: por un lado, desde el pensador mexicano-norteamericano Manuel De Landa (cineasta) hasta DJ Spooky y Richard Pinhas (músicos) o Brian Massumi (artista digital); por otra parte, ciertos pensadores políticos que toman la ontología de la inmanencia como base para el desarrollo de una filosofía política de la hipermodernidad, tal es el caso de Toni Negri y Michael Hardt. Esta lógica filosófica de la creación conceptual resulta inseparable del vitalismo exasperado que inunda todas las páginas de sus libros. Creación, vitalismo y experimentación son tres elementos que hacen de la filosofía de Deleuze una constante. Toda su obra parece responder a tres preguntas en forma obsesiva: ¿Qué es la filosofía? ¿Qué hace un filósofo? ¿Qué lo hace ser lo que es? Estos libros recientes no hacen sino reforzar estos cuestionamientos. Creación, vitalismo y experimentación, tres elementos constantes en su filosofía La filosofía de Deleuze, desde el punto de vista analítico, aún no ha salido a la luz en su gran mayoría. Es un pensamiento del presente y para el futuro, un pensamiento para el siglo XXI. Una herramienta conceptual, como definió Michel Foucault a propósito de El anti-Edipo, para un estilo de vida no fascista. Pero también y, sobre todo, una inmensa apología y orgullo de vivir y morir como filósofo."