El testamento de Freud –y la clave de la lectura de toda su obra– está en Moisés y la religión monoteísta. Ningún otro de sus libros llevó tan lejos la especulación psicoanalítica para revelar los secretos de la alteridad y la paternidad. Ninguno se enfrentó con tanto rigor a la necesaria y compleja articulación entre lo psíquico y lo cultural. Con esta última obra, las hipótesis teóricas del asesinato del padre y del banquete totémico de Tótem y tabú se transforman: Moisés el hombre se convierte en la figura de un padre que escapa a los lazos del sexo y la sangre en razón de su origen egipcio. La interpretación a la que Freud se entrega aquí permite comprender las revisiones que introduce en su metapsicología, en primera fila de las cuales se encuentran la renuncia pulsional y el progreso en la espiritualidad. Si el caníbal asesino e incestuoso que cada uno abriga en sí mismo tiene la posibilidad de escapar a su destino trágico, esa posibilidad pasa por su capacidad de escuchar las palabras sin ilusión de Freud, y sus consecuencias para una definición de lo humano.