La sesión del 31 de diciembre de 1900 será la última. Dora anuncia a Freud que no volverá. (…) Así termina una relación que, del enfrentamiento inicial, vira al “combate” hasta asumir la dimensión grandiosa de una “lucha” con el demonio. (…) “Quien, como yo, convoca los más malignos demonios que moran, apenas contenidos, en un pecho humano, y los combate, tiene que estar preparado para la eventualidad de no salir indemne de esta lucha.” Al romper, Dora fue y siguió siendo para él el demonio no domado del todo.»